La mayor mentira jamás contada en la televisión
En el año 2002, seis jóvenes en busca de fama se presentaron a un nuevo reality show de alto secreto. Dejaron sus casas, trabajos y parejas. 20 años después de que sus sueños se quebrantaran, siguen buscando respuestas para entender cómo un programa inexistente, y la desaparición del hombre que estaba detrás, cambiaron sus vidas
¿Te imaginas abandonar todo, tu trabajo, tu familia, tus amigos, tu casa para participar en un reality y descubrir que nunca existió? Hace 21 años seis jóvenes se convirtieron de la noche a la mañana en la gran noticia del Reino Unido. Eran los protagonistas de la mayor mentira jamás ocurrida en televisión. Ahora, dos décadas después, Lucy, Tim, John, Daniel, Jane y Rosy buscan respuestas en el documental recién estrenado en Prime Video, The greatest show never made (El mayor espectáculo jamás hecho).
Todo empezó con un anuncio. En el año 2002, en pleno boom televisivo de Gran Hermano en medio mundo, un tal Nikita Russian publicó un anuncio en el periódico: "Participa en un reality. 100.000 libras en un año". El premio estaba claro. ¿El concepto? No tanto. ¿Los concursantes...?
Lo único que tuvieron claro desde el principio fue que tendrían que renunciar a sus vidas durante un año entero. Ni siquiera sabían en qué canal iba a ser el secreto programa, pero eso no importaba. Las primeras ediciones de GH habían descubierto un nuevo mundo para miles, millones de jóvenes. La televisión, inalcanzable hasta entonces, había abierto sus puertas para todos: si participabas en un reality tenías la oportunidad de arreglar tu vida para siempre. 100.000 libras, fama, éxito y televisión eran los ingredientes perfectos para caer en una trampa de la que no fueron conscientes hasta que ya era demasiado tarde.
Cientos de personas se apuntaron al casting empujados por el sueño de hacerse famoso o de salir de la monotonía en la que se habían convertido sus vidas. "En 2002 yo vivía en casa de mis padres en Manchester", relata en el documental Jane Marshall. Tenía 21 años y "el típico trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde". Junto a Jane conocemos a Tim Eagle, un dramaturgo frustrado y payaso profesional, que fue elegido para ser el cámara del falso reality. Rosy Burnie, una trabajadora financiera que se había aburrido de su trabajo y quería un nuevo desafío. John Comyn y Daniel Pope, graduados universitarios que se sintieron atraídos por el premio económico. Y Lucie Miller, una vendedora de moquetas de Birmingham que soñaba con ser presentadora de televisión. La televisión ofrecía fama, una experiencia y, por supuesto, dinero. ¿Quién no lo aceptaría?
Aunque de las cientos de solicitudes que se presentaron sólo 30 fueron las aceptadas, en el documental sólo quisieron participar seis de ellos, probablemente los seis que tras descubrir quién se escondía detrás de Nikita Russian, el cerebro de toda esta gran mentira, han sabido no sólo rehacer sus vidas sino reconocer que él les engañó, pero ellos también se dejaron.
"Cuando descubrías quién era Nikita Russian Productions, Nick, te dabas cuenta de que había algo raro, pero nosotros no sabíamos nada de la tele y en ese momento pensabas que lo mismo era normal que hubiese pirados por ahí que se llamaban Nikita Russian", confiesan. Para todos Nick, nombre falso por cierto, era un "hombre impresionante". "Caminaba con mucha seguridad y parecía que tenía un montón de ideas en la cabeza. Era un ser etéreo, alto, vanidoso", reconocen. Todos fueron hechizados por ese hombre del que nada conocían. Como tampoco sabían nada del tipo de programa. "Sólo se comentaba que lo había encargado Channel 4 y que iba a ser un bombazo". Ni bombazo ni Channel 4. Todo fue una gran mentira producida por un hombre inestable, "disfuncional", que no controló las consecuencias de sus ensoñaciones.
"El dinero es el mayor obstáculo para alcanzar la libertad personal. Si resuelves eso te despreocupas. Para ello encontré a 30 personas tan locas como para hacer algo descabellado. Desafiaremos al dinero en su propio terreno y ganaremos", era el mantra que Nick Russian explicaba en las pocas grabaciones que había de él en aquella época y a las que ha tenido acceso el documental. Un experimento de una mente trastocada que destrozó la vida de decenas de personas, al menos, en aquel momento.
Me sentía avergonzada, no quería volver a mi casa, me sentía estúpida
El programa en realidad nunca existió. Nick no era un productor de televisión, era un hombre llamado Keith de Surrey, que había abandonado la universidad y que entonces trabajaba a tiempo parcial en una librería. Ningún canal de televisión había encargado el programa y tampoco Nikita Russian Productions existía.
Tras haber sido seleccionados, la falsa productora convocó a todos los concursantes, cada uno de una parte distinta del Reino Unido, a reunirse en el centro de Londres y conocer su misión -trabajar juntos para ganar colectivamente 1 millón de libras-. Ya no había un premio de 100.000 euros, ni había magia, ni había ninguna televisión de por medio. Las cosas rápidamente empezaron a desmoronarse.
Cuando los concursantes se dieron cuenta de que no tenían dónde vivir, ni trabajo, ni dinero, dos de los tres equipos abandonaron inmediatamente. Los que quedaron, movidos por esas ansias de fama, de experimentar, de mejorar sus vidas, se encontraron abandonados en el este de Londres, "en un gueto", hacinados en un pequeño apartamento y durmiendo en el suelo en sacos de dormir. Estaban "devastados".
Todo explotó cuando Nick les entregó los contratos. Había que abrir una cuenta y depositar todo el dinero de las actividades que fueran haciendo durante ese año en ella. No podían hacer ninguna transacción si no era con la autorización de Nick. "Generábamos el dinero del premio y lo metíamos en esa cuenta a la que accedía sólo Nikita Russian", explican en el documental de tres episodios. "Saltaron todas las alarmas". Todos decidieron entonces que no firmarían aquel contrato. Menos mal.
Entre los equipos que quedaron se empezaron a comunicar y descubrieron la verdad de Nick. No era un productor, no era nadie, era un empleado, igual que ellos, sin un duro y sin ningún acuerdo con ningún canal. Y buscaron venganza. Una venganza que durante varias semanas les puso en bandeja su sueño: ser famosos. Y aunque en el documental aquel momento de acudir a los medios, de encerrar a Nick en el apartamento para que no huyera, se muestra como el gran triunfo de estos seis concursantes, la realidad es que se convirtieron en la mofa de la televisión. De hecho, el documental de Channel 4 The Great Reality TV Swindle (La gran estafa de los realities shows) se centró en una pregunta: ¿cómo pudieron haber sido tan tontos?
Me reconocían en todas partes y poco a poco me fui dando a la bebida. Estaba completamente aislado y hundido
"Todo era falso y todo había sido en vano", asegura Daniel Pope en el documental, el cual después de 20 años logra responder a la pregunta de todos ellos: ¿por qué lo hizo? Fueron necesarios meses de conversaciones informales para lograr que los concursantes aceptaran participar en este documental, pues la herida parece no haberse cerrado del todo. Y fueron necesarios dos años de idas y venidas con Nikita Russian hasta que una investigadora privada logró encontrarlo. Ahora se llama Nick Quentin Woolf y, sorprendentemente, aceptó participar en el documental para no sólo defenderse -"no lo hice con mala fe", sino también para reconocer que "fue un error de juicio" y que él mismo también pasó su propio vía crucis.
La decisión del equipo de llamar a la prensa y salir en el mítico programa London Tonight puso a Nick en el centro de los focos. "No sé si alguna vez os ha secuestrado un grupo de personas, pero no recomendaría la experiencia", afirma Nick. "Pasé miedo", confiesa.
"En aquel momento estaba sometido a un estrés brutal", continúa, "oía una especie de mosquito dentro de mi cabeza y sentía como si me desangrara (...) Mi vida era un infierno", afirma y reconoce que no puede entrar en detalles, pero que era una persona "sumamente disfuncional" que había dejado que fuera su imaginación la que le salvase de aquel infierno. Su gran mentira también le destrozó la vida a él: "Mi vida se transformó por completo. Pasé varias semanas en la calle. Me reconocían en todas partes y poco a poco me fui dando a la bebida. Me volví alcohólico. Estaba completamente aislado y hundido". Pero no fue el único.
Para Jane, enfrentarse a su propia realidad fue difícil de aceptar, particularmente después de que la cobertura mediática de lo que les había ocurrido la convirtiera en una estrella televisiva. "Cuando dejamos el programa, simplemente no quería que terminara", dice. "No quería volver a Manchester y admitir que todo era mentira". "El daño que nos hizo fue enorme", reconoce Lucy. "Me sentía avergonzada, no quería volver a mi casa, me sentía estúpida".
Ahora, después de tanto tiempo, en un mundo donde los realities ya se ven con otros ojos y aquella fama ya no es la que estos programas proporcionaban entonces, los seis concursantes de la gran mentira de Nick Russian tienen una vida plena, feliz y donde sus sueños terminaron siendo otros: "Todos fuimos culpables porque todos participamos".
https://www.elmundo.es/television/2023/11/07/65438dc8fc6c83c1168b45c9.html
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