Donald Trump se ha convertido en el primer expresidente de Estados Unidos declarado culpable por haber cometido un delito (34, en su caso). No solo eso: el republicano es también el candidato de su partido a las elecciones presidenciales del 5 de noviembre y lidera las encuestas para volver a la Casa Blanca. Nunca antes un delincuente convicto ha sido candidato de un gran partido con opciones de ganar las elecciones. El histórico fallo del jurado popular contra Trump supone un terremoto sin precedentes en la política estadounidense, cuya onda expansiva es imprevisible.
El republicano ya ha avanzado su intención de convertir al electorado en un nuevo jurado popular, compuesto no por 12 miembros, sino por los más de 150 millones de ciudadanos que acuden a las urnas. “El verdadero veredicto será el 5 de noviembre por el pueblo”, fue una de las primeras frases que pronunció al salir del tribunal. Acababa de escuchar cómo el portavoz del jurado le declaraba culpable uno por uno de los 34 cargos que pesaban contra él por falsificación de facturas, cheques y registros contables para ocultar los pagos con que silenciar el escándalo de su relación con la actriz de cine porno Stormy Daniels, que amenazaba con arruinar su campaña en las elecciones presidenciales de 2016.
Tras conocer el fallo del jurado, Trump llamó “corrupto” al juez encargado del caso y dijo, sin aportar prueba alguna, que el juicio “estaba amañado desde el primer día”. Su tesis es que es objeto de una persecución política por parte del Gobierno de Joe Biden, aunque el presidente se ha mantenido al margen de los procesos contra su antecesor y en este caso la acusación corría a cargo del fiscal general de Nueva York y no de los fiscales federales del Departamento de Justicia.
Los estadounidenses se ven abocados a optar el 5 de noviembre entre reelegir a un presidente claramente impopular entre la ciudadanía o a un delincuente convicto. Trump llevará esa etiqueta en los algo más de cinco meses que quedan de campaña, o menos, si se tiene en cuenta el voto anticipado, pero la legislación no impide elegir a un condenado.
En otros tiempos, habría sido impensable que un delincuente optase con posibilidades a la Casa Blanca, pero Trump se ha encargado de romper todos los esquemas de la política estadounidense. Ha sobrevivido a escándalos sexuales, condenas por fraude en sus negocios, a dos procesos políticos (impeachments) en el Congreso, a sus responsabilidades políticas por el asalto al Capitolio y a cuatro imputaciones. Es capaz de sobreponerse a una condena. Su página web de recaudación de fondos se colapsó tras conocerse el fallo del jurado por la gran cantidad de simpatizantes que querían hacer donaciones. Sin ni siquiera haber condena, Trump ya se proclama “preso político” en las apelaciones a sus seguidores para que le den dinero.
Un mártir del sistema
A Trump le ha funcionado hasta ahora presentarse como un mártir del sistema. Cada una de sus cuatro imputaciones impulsó las donaciones de sus simpatizantes y elevó su intención de voto. Trump arrasó en las primarias republicanas frente a una mayoría de rivales que estaba dispuesto a apoyarle incluso en caso de ser condenado y se ha situado en cabeza de las encuestas.
La gran incógnita es si el fallo contra Trump, y la condena que dictará el juez el próximo 11 de julio, cuatro días antes del comienzo de la Convención Nacional Republicana de Milwaukee, servirá para mover al electorado lo suficiente. Aunque las encuestas previas al fallo señalaban que la gran mayoría de los republicanos le seguiría apoyando incluso en caso de ser condenado, el resultado se prevé tan ajustado que un pequeño movimiento de los votantes de su partido y de los independientes puede decantar la balanza. Un sondeo de NPR/PBS publicado este jueves señalaba que un 10% de los republicanos y un 11% de los independientes veían menos probable votar a Trump si era condenado. En todo caso, al haber sido sondeos sobre una situación hipotética, su valor es relativo.
La ventaja es relativamente pequeña en tres de los seis Estados decisivos. Un limitado corrimiento de votos puede cambiarlo todo. Si Biden retiene las circunscripciones en que ganó con claridad en 2020 y se impone en Wisconsin, Míchigan y Pensilvania, donde la diferencia con Trump es escasa, se podría permitir perder en Georgia, Arizona y Nevada, donde el expresidente tiene más ventaja.
La sentencia que se dicte el 11 de julio difícilmente impedirá al candidato republicano hacer campaña. En teoría, cada uno de los 34 delitos de que ha sido declarado culpable está penado con un máximo de cuatro años de prisión, pero el juez puede decidir que las penas se cumplan simultáneamente, lo que en la práctica reduciría el máximo total a cuatro años. Sin embargo, ante la falta de antecedentes penales, el juez puede decir que no llegue a entrar en prisión y quede en libertad condicional. E incluso si decidiera que cumpliera la condena en la cárcel, lo más probable es que no lo hiciese hasta que fuera firme, para lo que pueden pasar años.
El expresidente se enfrenta a otros tres procesos penales y es probable que tenga que asistir a algunas vistas, lo que aprovechará para seguir presentándose como víctima. De esas tres imputaciones, una, en Florida, es por los documentos clasificados que retuvo ilegalmente. Otras dos, en Georgia y en Washington, por sus intentos de amañar los resultados electorales de las elecciones de 2020 y maniobrar para evitar la certificación de la victoria de Biden.
Trump, sin embargo, ha tenido éxito en su estrategia de dilatar esos procesos, que acumulan un retraso tras otro. Es difícil que ninguno de esos tres juicios se celebre antes de las elecciones del 5 de noviembre. Además, Trump ha reclamado ante el Tribunal Supremo inmunidad por los actos realizados en ejercicio de su cargo (algo que no aplica al caso Stormy Daniels). Una sentencia favorable limitaría las acusaciones contra él.
Biden, por su parte, mide su reacción. El presidente de EE UU conoció el fallo del jurado en Delaware, a donde había acudido por el aniversario de la muerte de su hijo Beau. Tras conocerse, tuiteó desde su cuenta personal y no desde la de presidente: “Solo hay una forma de alejar a Donald Trump del Despacho Oval: en las urnas”, sin hacer referencia al juicio. La Casa Blanca evitó una reacción inmediata sobre la decisión del jurado, que podría haberse vuelto en su contra, y dejó que la campaña de Biden y Kamala Harris fuera la que se pronunciara. “Hoy en Nueva York hemos visto que nadie está por encima de la ley”, señaló en un comunicado, en el que insistía en la necesidad de ganarle en las urnas y añadía: “La amenaza que Trump representa para nuestra democracia nunca ha sido mayor”.
Biden utilizó con éxito la defensa de la democracia como argumento en las elecciones legislativas de mitad de su mandato, en noviembre de 2022. Ahora, se dispone a repetir ese libreto, en el que también juega un papel destacado el aborto, como ha demostrado desde el primer acto de campaña de este año.
Tras el fallo del jurado y su resaca, el siguiente gran hito de la campaña es el debate entre Trump y Biden del próximo 27 de junio en Atlanta, el primero de los dos pactados hasta ahora entre ambos candidatos. El fallo del jurado de este jueves será uno de los puntos clave de enfrentamiento. Cómo maneje cada uno sus argumentos puede decidir el debate. Antes de la Convención Nacional Republicana, que se celebra del 15 al 18 de julio, Trump debe elegir a la persona que le acompañe en la papeleta como candidato a la vicepresidencia, un anuncio para el que no hay calendario.
Siga toda la información de las elecciones en Estados Unidos en nuestra newsletter semanal.
Conocer los hechos y acceder a información de calidad es más necesario que nunca. Sigue siendo parte de lo que ocurre a tu alrededor suscribiéndote a EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario